Mi hermano siempre fue el más poético de los dos. Culpa de la abuela,
que desde bien pequeños nos había enseñado a utilizar, cada verano, un buen
lenguaje terminológico: en este estío a él le habían tocado palabras que yo
aprendí dos veranos atrás, siendo sepultar y ocaso dos de una larga lista.
–¿Eh, me dejarás? Dime…
En su vocabulario de hermano menor no existía la negativa, y sí la
persistencia que afloraba constantemente en su temprana vocecilla. De nada
servía que emplearas con él el famoso método Estivill –que infinidad de mujeres de la quinta de mi madre leían a
pie de playa–. Jamás se le podía llevar la contraria. Así pues, me expuse al
fresco manto de arena húmeda con la mayor de las sonrisas. No es que premiara
los caprichos del enano, todo lo contrario; sin que él lo supiera, me daba los
minutos de paz que tanto necesitaba para observar cómo el oleaje catapultaba
las huellas de los paseantes.
Fotografía del Vigía |
No puedo más que llorar y llorar de la emoción que siento al leerte.
ResponderEliminarGracias con todo mi amor, y el de Pablo.
A él le debo lo que otros me quitaron: el poder ser y pensar como un niño.
Eliminar¡Gracias a ti!
Maravilloso relato. Maravillosa foto. Maravilla de almas: la que escribe, y la que veo.
ResponderEliminarUn beso
Mil gracias por tus dulces palabras, Verzul. A él le debo una devoción que creía perdida.
EliminarUn abrazo.
La sensibilidad del escritor, a disposición de un capricho infantil simple, que ayuda a dejar los cinco sentidos, arropados por la arena, en un confortable relax de adulto:)
ResponderEliminarEnhorabuena !
No hay nada mejor que soñar despiertos y si encima nuestra sábana es la arena de una playa...
Eliminar¡Gracias por tus bonitas palabras!
Genial! Y ahora veo esa insistencia en el chico (mi hijo de dos años) y la imposibilidad de decir no!
ResponderEliminarMaría
¡Muchísimas gracias por tu comentario, María!
EliminarDisfruta de esa negativa, es la que te da alas y te hace disfrutar (aunque te saque de quicio a veces jejeje)
Un fuerte abrazo.