Donde
acaba la línea de la carretera, empieza el arcoíris. El horizonte se pone de
acuerdo con la recta por la que circulamos. El viejo Corvette Roadster 1958 en volandas por los dos fenómenos que acompañan su paso: susurros de un sol
brillante sobre el lado izquierdo del vehículo; brizna de lluvia la que moja el
asfalto, salpicando la ventanilla de mi dormida copilota. A efectos visuales
parece que aquellas desgastadas ruedas acabarán girando por los siete colores,
cual cantarines pasos de Dorothy Gale.
Ya
lo estoy soñando: de pequeño quiero volver
a ser el primer conductor de coches de juguete en arcoíris. Mientras tanto,
me conformaré con ir a buscar a mi suegra por Nochebuena.
 |
Fotografía de Vigía |
Maravilloso, Vigía.
ResponderEliminarReconozco que el final me ha hecho mucha gracia.
Te aplaudo *
(Lo he vuelto a leer y he encontrado un punto inquietante... Ya te diré en mis siguientes lecturas a qué me refiero) ¡bravo!
¡Muchas gracias, Verzul!
EliminarLo cierto es que me has dejado algo inquieto, pero bueno, soy paciente, esperaré... O no.
Un fuerte abrazo, me alegra que te haya gustado.
Ohhh un paseo por el "camino de Baldosas AMAR-rillas"
ResponderEliminarQué bonito paseo Vigía! y a qué precioso recuerdo me acabas de llevar de la mano de mis dos hijas.
Qué GRANDE eres:)