Secreto a voces

Resguardada de la borrasca, aquella mesa para dos sugería un refugio en la intimidad de los comensales. La carta apostaba con un sinfín de exquisitos platos que evocaban a la más ferviente necesidad alimenticia: desde los Boletus empanados en los nervios de la cita, a la Pizza cuatro estaciones cuyos ingredientes eran vista, olfato, tacto y oído; dejando el gusto para el postre.

Las sillas pronto fueron ocupadas por dos cuerpos con almas recién encontradas, ¿de qué hablarían? Entre susurros parecían comentar la actual obra expuesta en el teatro de La Latina, pero eso sólo eran palabras, palabras y más palabras. Lo que verdaderamente expresaban era el deseo de acabar postrados sobre una cama, la una sobre el otro o al revés, qué más daba.

Los fogones quedaron atrás, me dediqué a observar cómo mi postre se introducía en su secreto a voces…

Fotografía del Vigía