Entre sapos y culebras surgió este elemento con el que infinidad de
brujas buenas investigaban en su caldero:
Pasos
1º Un poquito de jengibre
mezclado con beleño.
2º Añadimos cuatro gotas extraídas
de la belladona.
3º Dejamos hervir durante cinco
minutos.
4º Finalmente removemos con
alegría.
¡Esto curará la epidemia de acné
que sufre la adolescencia del siglo XVI!
Laboratorios de todo el mundo –cual hechiceras del XXI– prometen la
eterna juventud facial aplicando la baba de caracol en rostros y heridas. Es el
cuento de supermercados de marca blanca, dispuestos a perjudicar a sus
consumidores por llenar sus bolsillos de plata.
Cura infalible de quemazones y ampollas surgidas por el cálido aceite
que habita en los fogones.
Palabra llena de magia que necesita ser adoptada en tu vocabulario.
Fotografía del Vigía |
Sensacional definición, Vigía.
ResponderEliminarMuy fan de esa palabra, que yo si tengo adoptada en mi vocabulario.
Te contaría mil ungüentos para la cura de los eczemas, quemaduras, hemorroides... Todos muy lógicos y de este siglo, que usamos en hospitales y mejoran heridas que la medicina actual no resuelve...
A veces es bueno recurrir a las brujas buenas. A las malas no... Esas aparecen solas sin llamarlas... :)
Bueno, échate un poquito de aceite del árbol del té en las manos, para refrescarlas del ordenador... Te has currado la definición ;)
Muy fan de ti. ¡Felicidades! *
¡Hecho! Aceite echado.
Eliminar¡Muchas gracias por tu comentario! Reconozco que ha sido una definición muy difícil, pero me ha gustado llevarla a cabo. Algún día un café y me cuentas todos esos remedios, no vaya a ser que un día me salga una ampolla en el pie...
Un fuerte abrazo.
Algún día...
EliminarPor cierto, :) la foto genial... Me suena.
ResponderEliminarBajé al siglo XVI a hacer la fotografía...
Eliminar¡Muchas gracias!
Hay palabras que por sí sola dicen mucho y ungüento tiene hasta el cómo suena. Genial la definición.
ResponderEliminarMaría
Te doy toda la razón, ungüento es de esas palabras mágicas.
Eliminar¡Muchas gracias por comentar, María!
Un abrazo