El flechazo fue instantáneo, disuelto en un ambiente de atracción
opuesta. Él, torpe en su andadura, deseaba tropezar con el empedrado para que
así aquella joven de rizos cumpliera con su deber como ciudadana; ella esperaba
lo mismo. Pocas veces surgen dos coincidencias en un espacio tan corto de
tiempo. El traspié dejó un roto a la altura de la rodilla y dos fuertes latidos
rítmicos reflejados en ambas sonrisas: tercera coincidencia. La pequeña de los
Torralba curó algo más que un rasguño en el hinojo de aquel hombre. Cuerpo y
mente curioseaban con la química masculina del veterano, quien disfrutaba
haciendo lo propio con la juventud de precioso cabello que sostenía entre sus
lomos. En aquella tarde de febrero el amor invirtió en la complicidad de ese
sexo.
La frecuencia cardiaca con cada encuentro aumentaba, no sólo
existiendo el conteo de pliegues bajo las sábanas. Él fue maestro en sus clases
de historia, experto en un cuerpo a cuerpo tirado de reminiscencia. No había relato
que no acabara con una celebración similar a la que se vivió en Times Square al final de la segunda Gran
Guerra. Prefiero tu amor a la guerra,
citaba. Ella, a cambio, le impartía lecciones de piano. Todo aquello que había
aprendido estío tras estío era reproducido cada tarde, dando una bonita
despedida al sol en el ocaso. Las melodías provenientes de los veinte dedos
ponían ritmo a aquellas historias. No existían las dudas, tampoco la
temporalidad que los separaba. Él ya había pecado de exceso de preocupación por
una sociedad desagradecida; ella no era de esas jóvenes que se amilanan al
pronunciar amor en unos perfilados labios.
Tan solo los fines de semana separaban la carnal bomba lapa. ¡Malditas
familias! Ella aguantaba el recochineo de una hermana prometida en falacias de
un linaje sin blanca, mientras padre y madre asentían orgullosos augurando un
porvenir similar para la joven Torralba: El
mediano de los Tomeo está entero, querida. El soldado esperaba la visita de
los hijos y nietos que nunca tuvo, ¿quién querría formar familia con semejante
lisiado? Por fortuna, el ser corre más rápido cuando el amor transita entre los
vasos sanguíneos, bombeando a un corazón que apenas necesita oxígeno para
dirigir su destino. El mediano de los Tomeo, que aguardaba a su amada en mitad
de las fiestas, quedó plantado, mientras la joven y el veterano huían, sin
tropiezos, rumbo a su nueva vida.
Ni que decir tiene que aquella joven pronto dejó su lozanía en cuatro embarazos deseados.
Fotografía de Vigía |
Aquí tienes otro "flechazo instantáneo"...
ResponderEliminarNada más que decir...
*
Instantes de amor, eso es lo importante.
ResponderEliminarGracias por comentar, Verzul.
Ha sido un relato precioso. El detalle de los cuatro embarazos ha sido una guinda perfecta.
ResponderEliminarUn abrazo.
Muchas gracias, Li.
EliminarYa era hora de que subiera algo más extenso al blog. Me alegra que te gustara el pastel, con guinda incluida.
Un abrazo.
Si es que hay que ser valiente y hacer lo que uno quiere y le hace feliz. Pobre Tomeo y grande lo de los cuatro embarazos.
ResponderEliminarMaría
Muchas gracias por comentar, María. Toda la razón te doy. Un fuerte abrazo y gracias por tus palabras.
EliminarAmar es de valientes:)
ResponderEliminar¡Siempre!
ResponderEliminar¡Gracias, anonimo/a!