La calidez de
la mañana hablaba otro idioma distinto al sol, que pululaba a sus anchas por un
suelo sabor cobrizo, derritiendo cualquier movimiento a
favor del campo gravitatorio. En él se cruzó la terquedad de la inexperiencia
que, cansada de esperar, se dio de bruces: De un brinco alzó sus alas al cielo,
dejándose llevar por el clamor de las tórridas corrientes de aire. El vuelo se
llenó de giros inoportunos, cambios de dirección, caídas en picado… Y
precisamente, fue en una de esas últimas cuando su cuerpo se convirtió en una
sustancia estupefaciente para
aquellas proteicas hormigas, que lo mezclarían con aquel revuelto de tesoros que tenían por dieta en invierno.
Fotografía del Vigía |
Precioso relato, Vigía... De verdad de la buena...
ResponderEliminarTu capacidad de enlazar palabras, mezclarlas y darle sentido en unos minutos me deja estupefacta, revuelta de mariposas y pone aún más cobrizo mi pelo...
;)
Muy fan de ti, caballero. Mucho.
Te mando un beso de esos lleno de letras en mayúscula pero sin gritar...
Me encantan este tipo de comentarios llenos de sentimiento... Hacen que sienta lo
EliminarMismo que has descrito tu...
¡Muchísimas gracias! Te devuelvo todo ese cariño en un abrazo eterno.