El cartón del recuerdo, que
fabrica la única decoración del inmueble, se descompone en la eterna soledad de
quien lo mira desde el umbral de su desesperación. No quedan noches que
acurruquen su cuerpo en brazos del único hombre; tampoco copas tintadas de
alcohol y fogosos revolcones en el sofá. La ira de lo ínfimamente importante
dio paso a un adiós apagado en el cierre de la aorta: un
pom silencioso, como el soplo en la llama de una vela.
Fue un anochecer anunciado en sus fatigosas disputas corporales: él, con
sonrisa pícara, se llevaba la mano al pecho y decía entre jadeos: Cualquier día harás realidad tu frase de
matarme a polvos.
Fue esa noche cuando ocurrió.
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Fotografía del Vigía
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Me encanta tu forma de expresarte al escribir, engancha.
ResponderEliminarUn saludo ♥
¡Muchísimas gracias!
EliminarMe alegra que te enganches a mis humildes palabras.
Un fuerte abrazo.
Que bonita forma de conectarlo todo...
ResponderEliminarCierto es, que el corazón, cuando deja de latir, lo hace de forma silenciosa... como la llama de una vela.
Matar a polvos y morir de risa creo que son las mejores muertes posibles, bien pensado ;)
En este caso se apagó la vela de la vida, pero no del amor...
ResponderEliminarMe alegra que te guste esta conexión. ¡Muchas gracias por comentar.